Las partículas contaminantes que desprende el desgate de los vehículos superan a las procedentes de los tubos de escape
Un equipo multidisciplinar de la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla coordina el proyecto europeo Life Neeve, que durante cuatro años estudiará el impacto de los microplásticos y partículas metálicas procedentes del desgaste de frenos, neumáticos y pavimentos, para detener las muertes que ocasiona y que la Organización Mundial de la Salud cifra en 4 millones de personas al año en todo el mundo.
El objetivo general del proyecto, en el que participan 10 socios internacionales, es mejorar la salud de la población reduciendo la contaminación por el tráfico de vehículos, a través de la fabricación de nuevos materiales que permitan la reducción de las emisiones de microplásticos, que según el proyecto “ya superan en importancia” a la contaminación procedente de tubos de escape.
Se trata de partículas muy finas, de diámetro igual o inferior a 2,5 micras y que causan problemas cardiopulmonares, agravando enfermedades respiratorias, alergias y dañando el tejido del pulmón. En la piel, estas partículas aumentan las condiciones de oxidación, acelerando el envejecimiento y, además, provocan el deterioro de los ojos.
Entre los materiales de que están hechos los discos y pastillas de freno, neumáticos y pavimentos “hay muchos metales, algunos altamente tóxicos como el níquel, el cadmio o el silicio. Especialmente el níquel, que es cancerígeno y provoca muchas alergias”, asegura Paloma Álvarez, profesora en el Departamento de Ingeniería Química y coordinadora de la iniciativa.
El proyecto ya ha iniciado las pruebas en vehículos con distintas velocidades y frenadas, que traen como consecuencia distintos tamaños de partículas. “La idea es probar la composición de los discos, frenos y pavimentos actuales y diseñar nuevos”, informa Álvarez. Se va a probar en la ciudad de Murcia en cuanto a emisiones, con muestras en las ruedas de los vehículos y en el ambiente (inmisión), y la Facultad de Medicina de la Universidad Miguel Hernández de Murcia va a estudiar cómo afectan las micropartículas a los órganos de las personas, a través de tejidos organoides, creados artificialmente.
Esta universidad es uno de los socios del proyecto, en el que también interviene una empresa alemana, que es la que confecciona los aparatos de medición, una empresa encargada de fabricar los discos de freno, neumáticos y pavimentos, un centro tecnológico, donde se hacen las pruebas con distintos tipos de superficies, y un centro de investigaciones que es quien aporta el vehículo en el que se hacen las pruebas con distintas velocidades, frenadas y materiales.
Así, junto con la Universidad de Sevilla en este proyecto, financiado con 4.600.000 euros por el programa LIFE de la Unión Europea, participan Obras e Infraestructuras S.A. (CHM), Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), HORIBA Europe GmbH (HORIBA), Icer Brakes S.A. (ICERBRAKES), Paudire Innova S.L. (PAUDIRE), RDT Ingenieros Madrid S.L., Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), Statens Vag- Och Transportforskningsinstitut (VTI) y Asociación Empresarial de Investigación Centro Tecnológico de Construcción Región de Murcia (CTCON).
La realidad es que existen muy pocas intervenciones políticas para abordar el problema del aumento de las emisiones de partículas procedentes de fuentes distintas de los tubos de escape, debido a la falta de directrices y a una investigación insuficiente.
Precisamente es lo que pretende este proyecto, arrojar luz sobre una realidad desconocida que está teniendo un efecto perjudicial en la salud de la población. La coyuntura es especialmente relevante ante el horizonte que se dibuja con la sustitución de los vehículos de combustión interna por los coches eléctricos. Estos, si bien van a permitir reducir las emisiones de CO2 y la huella de carbono, al pesar más traen aparejado un mayor desgaste de los materiales y, por tanto, “emiten más partículas que los no eléctricos. Es algo que hay que conocer para poder atajar”, advierte la coordinadora del proyecto.
De hecho, según un reciente informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) sobre salud y medio ambiente, “es probable que cada año se produzcan en la UE más de 300.000 muertes prematuras debido a la contaminación atmosférica”, además, la Comisión Europea ha estimado en al menos 330.000 millones de euros el coste económico anual como consecuencia de la contaminación del aire.
Concienciar, cambiar las normativas e intervenir en la fabricación de nuevos materiales es de vital importancia si se quiere reducir el número de muertes prematuras que esta contaminación silenciosa está provocando en la población. Conocer el impacto que los transportes tienen sobre la salud, es el objetivo de este proyecto, el primer paso en el camino para proteger la calidad del aire que respiramos.